Por: José Sánchez ¨Mazuco¨
Prisionero Político Venezolano
¨Mazuco¨ junto a su pequeño hijo |
Desde niño mi adorada madre constantemente me decía: “Joseíto en la vida hay que dejar huellas”; se refería a que uno siempre en todas las actividades que realiza debe destacarse, cumplir la misión lo mejor posible, desempeñarse con profesionalismo, integridad y ética, escuchando siempre la voz de Dios, siguiendo sus pasos, desde pequeño hasta adulto, teniendo un comportamiento ejemplar y digno que es lo que permanentemente he hecho durante 51 años de vida, de los cuales 28 se los he dedicado a la administración pública con comprobada rectitud, lo cual aspiro copie y haga mi inocente hijo Gabrielito a lo largo de su vida, que en el se arraiguen la honestidad, lealtad, prudencia, justicia, fortaleza, amabilidad, decencia, buena conducta, humildad, el amor por su familia, los estudios y el trabajo, que tenga confianza en si mismo, que conserve los principios éticos y morales enseñado por sus padres, que tenga un profundo amor y temor de Dios, que siga las huellas de su papá.
Lo mismo pasa con los gobiernos nacionales, regionales y municipales, cada uno de ellos al finalizar su mandato deben dejar huellas, reflejadas en buenas obras, bienestar y felicidad para la población, de eso se trata, por eso la gente vota por ellos esperanzados en que su vida cambie para bien y mejore día a día, necesitamos dirigentes desinteresados en lo personal y entregados en lo colectivo.
Qué bonito y gratificante es cuando la persona se esfuerza por lo que quiere y finalmente obtiene el objetivo propuesto, saber que lo logró a costa de sacrificios, lo enaltece y sirve de ejemplo para su familia y amigos.
Si cada uno de nosotros nos propusiéramos a dejar huellas, el país fuera distinto y nuestros hijos se sentirían orgullosos de ello, sólo falta desprendimiento y voluntad de cambio.
Generalmente somos comparados de manera cínica y burlesca con otros países progresistas porque ellos han sabido surgir en la debacle modificando su cultura y poniéndole una cuota de sacrificio personal y familiar para hacer que su país crezca a pesar de las adversidades, hay otros que motivado a las guerras y a las recesiones económicas han emigrado a diversas fronteras buscando una nueva vida y lo logran dejando una gran huella; aquí por ejemplo tenemos asentadas colonias portuguesa, china, árabe, italiana, colombiana y otras, integradas por gente trabajadora, valiosa y decente que lo que han hecho es trabajar sembrando raíces y generando prosperidad para nuestro país.
Cuando eramos niños nos gustaba grabar los nombres en los árboles, en las paredes o en el cemento fresco de las aceras recién construídas o algunas veces las pisábamos para dejar nuestras huellas y que éstas perduraran en el tiempo como un acto de travesura infantil, para después adulto verificar su existencia y recordar ese ingenuo momento.
Hoy día procuramos siempre seguir buenas huellas, con frecuencia evocamos el comportamiento y las enseñanzas de nuestros abuelos y padres como maestros primarios de la educación en nuestra existencia, es decir, si vivimos una vida llena de benignos ejemplos nosotros seremos virtuosos ciudadanos y brindaremos amor y ayuda al prójimo tal como Dios manda.
Cuenta un noble relato: Era un día muy ajetreado en nuestro hogar.
Pero claro, con 10 hijos y otro en camino, todos los días eran un poco agitados.
Ese día en particular, sin embargo, tenía dificultades incluso para realizar los quehaceres domésticos de rutina, y todo a causa de un pequeñito llamado Len, que tenía tres años entonces, estaba encima de mis talones, dondequiera que me dirigiera. Cada vez que me detenía para hacer algo y me volteaba, tropezaba con él.
Varias veces le había sugerido pacientemente actividades divertidas, para mantenerlo ocupado.
-¿No te gustaría jugar en el columpio?
-le pregunté una vez más. Pero él simplemente me brindó una inocente sonrisa y me dijo: -Está bien, mamá, prefiero estar aquí contigo. Luego continuó retozando alegremente a mi alrededor. Después de pisarlo por quinta vez, comencé a perder la paciencia e insistí en que saliera a jugar con los otros niños.
Cuando le pregunté por qué estaba actuando así, me miró con sus dulces ojos y me dijo: -Mira, mami, en la escuela mi maestra me dijo que caminara tras las huellas de Jesús. Pero como no puedo verlo, estoy caminando tras las tuyas. Tomé a Len entre mis brazos y lo abracé.
Lágrimas de amor y de humildad se derramaron sobre la oración que brotó en mi corazón: una plegaria de agradecimiento por la simple, pero hermosa perspectiva de un niño de tres años.¿Qué tipo de huellas está dejando en su vida? ¿Quieren sus hijos, amigos o compañeros de trabajo seguirlas? Mucho hemos oído de seguir las huellas de Jesús, pero ¿pueden los demás seguir las suyas también?.
Lo importante en la vida no son los pasos que demos, sino las huellas que dejamos.
Como dijo nuestro Señor Jesús: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
!Qué bonito es dejar huellas!
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