miércoles, 1 de diciembre de 2010

HONDUREÑO

Por: Lic. Federico Álvarez

 Amo a Honduras. ¿Cómo no hacerlo si me ha dado tanto?

La primera caricia de este maravilloso país la recibí hace cuarenta años: De sus entrañas Honduras me dio a una de sus mejores hijas como esposa, compañera y amiga, para toda la vida. En el modelo de la vida ejemplar de esta extraordinaria mujer he conocido a Dios, he aprendido el significado de abnegación, de madre, de valor y de rectitud. Y he recibido de ella lecciones de amor. Con ella he comprendido el valor de ser hondureño. Y a su lado y en Honduras he sido feliz.

En Honduras y junto a su pueblo noble me he esforzado y he abierto surcos. He esparcido semillas. He gozado lluvias y he sufrido sequías. Y esta tierra me ha sido siempre fecunda y generosa. He cosechado en abundancia: Cinco hijos maravillosos, yernos y nueras, - nuevos hijos -,  excepcionales y cada vez más nietos. Satisfacciones y esperanzas. Anhelos y  sueños. Me han dolido sus carencias materiales, pero me he enriquecido de la sobreabundancia del espíritu, del carácter y de la fortaleza de su gente. He ocupado posiciones y he recibido honores que no he merecido. Pero sobre todo, este pródigo suelo me ha dado amigos y afecto.

He procurado hacer siempre de Honduras ara de mis trabajos y nunca pedestal de ambiciones. Pero por mucho que me pueda esforzar por contribuir al desarrollo de esta tierra, Honduras siempre me ha dejado en deuda. No hay manera de corresponderle adecuadamente a este país. No hay forma de equiparar su calor y su esplendidez.

Honduras, al igual que mi esposa, tiene la extraña virtud de sorprenderme siempre. El sobresalto de un nuevo paisaje, cada vez más bello y complejo. La fascinación de un desconocido sabor de su rica cocina. Una hierba y un cuento. Una anécdota pasmosa y un giro inesperado de su vida. Una solución de lo imposible. Un nuevo rumbo en su quehacer. El gesto asombroso de una persona.  Y la sonrisa generosa en un rostro trigueño. Un gol y un nuevo sol. Un baile garífuna y una muñeca de tusa. El resplandor maya y el encanto de una calle colonial. Honduras nunca cansa. Nunca llega a conocerse a plenitud y siempre me causa admiración.

Como admiración causó Honduras al mundo por su lucha en favor de los más sagrados principios de libertad, de democracia, de Ley. El mundo desconcertado vio a un pueblo valiente defender sus creencias y sus principios, contra opresiones, amenazas y sanciones. Y con recia humildad le hizo frente a los inicuos poderosos y a los alzados soberbios, a los tiranos y a los dictadores y a la incomprensión de muchos amigos.

Hoy que el Congreso Nacional me da el privilegio de ser un hijo más de este pueblo extraordinario, digo abrumado ¡Gracias Honduras!

Y hoy, disimulando una lágrima de emoción, levanto en alto la frente y con el pecho henchido de  orgullo proclamo sobrecogido…

¡Soy Hondureño!

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