Por. Federico Álvarez (HIJO)
De acuerdo con la Constitución de la República, los hondureños por nacimiento y los hondureños por naturalización gozamos de idénticos derechos en Honduras, salvo por las siguientes tres diferencias:
• Los hondureños por naturalización no pueden ocupar aquellas posiciones públicas que específicamente requieren que el candidato sea hondureño por nacimiento.
• El hijo de hondureño por naturalización nacido en el extranjero no hereda la nacionalidad. Y,
• La nacionalidad hondureña solo pueden perderla los que la han adquirido por nacionalización.
Las declaraciones recientes del Presidente, además de utilizar una forma de expresión impropia de un mandatario, es xenofóbica, equivocada y contraria a la Ley.
Como hemos indicado arriba, la ley no establece ninguna otra diferencia entre los hondureños que las tres enumeradas arriba y, por lo tanto, no es cierto que un hondureño por naturalización no pueda participar en actividades políticas.
En cuanto a la xenofobia, nuestro padre siempre nos ha insistido que ese no es un sentimiento presente en Honduras, porque él, cómo extranjero, nunca había percibido un rechazo por el hecho de haber nacido en otro país.
No obstante, la actitud del Presidente de querer establecer una categorización en la población, pretendiendo distinguir entre hondureños de primera y hondureños de segunda, es muy similar a la actitud y forma de pensar que llevó a Hitler a perseguir y a asesinar a los judíos primero y a los no arios después. Porque de la xenofobia al racismo, no hay más que un pequeño trecho.
Nos preguntamos, - después de escuchar sus declaraciones -, si en el Presidente no persistirá un sentimiento anti-palestino como el que había en Honduras hace unos cincuenta años. Porque, si él se siente con la libertad de castigar y extrañar a hondureños por no serlo por sangre, mañana puede hacerlo con los hondureños de origen árabe. Nadie está a salvo.
El principio y el precedente son de lo más nocivo que se puede pensar para Honduras.
Hemos visto con tristeza como nuestro padre, por primera vez en Honduras, se ha sentido indefenso, sin derechos y con la seguridad de que aún cuando recuperara algún día su nacionalidad, nunca podría disfrutarla a plenitud, sabiendo que se la pueden volver a quitar. ¿Qué habría pasado con él si Costa Rica no le hubiese permitido conservar la nacionalidad de nacimiento al haber adoptado otra? Hoy sería un apátrida, despojado de todo derecho humano.
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