Por Juan Ramón Martínez
Lo que no pudo hacer Zelaya, siguiendo órdenes de Lobo, lo logro Juan Orlando Hernández. El golpista violento y manipulador, le ha dado paso, al educado, elusivo y cordial parlamentario, al respetuoso de la ley y habilidoso en el manejo de las discusiones y desacuerdos. Hijo de un general longevo, que se destacó derrotando liberales; y, que, en febrero de 1959, pretendió con Matías Arriaga, Máximo Bejarano y Velásquez Cerrato, derribar al gobierno de Villeda Morales, ahora se da el lujo de desmontar todo el aparato jurídico del país, en un verdadero y efectivo “golpe de Estado” en que, inicia la supresión de la Constitución; y pone en peligro los basamentos de la existencia del Estado de Honduras. Vía la consulta que ha logrado establecer en su primera fase, contando con el respaldo de las víctimas liberales que pagarán las consecuencias de su error en el futuro, podrá entregar el territorio nacional a los extranjeros, debilitar los poderes del Estado, eliminar las Fuerzas Armadas, sustituirlas por una Policía Nacional y exponer a Honduras a un clima de ingobernabilidad que haga posible que El Salvador y Nicaragua hagan con Honduras, lo que les venga en gana.
El poder de este joven parlamentario, ambicioso y sin muchos controles morales en la actividad política, –que dice que todo viene del “pueblo” y al “pueblo” hay que consultarlo mediante encuestas organizadas por el gobierno; y contando con el apoyo de Arturo Corrales, “inventor de cifras y descubridor de porcentajes”–, no le cayó del cielo. Tampoco es fruto de la casualidad el éxito alcanzado inicialmente en que, no sólo han engañado a los nacionalistas, sino que nos ha colocado a todos –a los que no lo querían y a los que lo buscaban para disimularlo– una banda oscura en los ojos para que no veamos lo que está haciendo; ni anticipando lo que va a ocurrir si no logramos detenerlo en forma legal y oportuna. Tampoco vienen de su talento –que lo tiene; sin duda alguna– ni tampoco del respaldo o indiferencia de las fuerzas internas. Su poder, como el de Zelaya, le viene de afuera. Es el bateador emergente de Chávez en Honduras (como lo anticipara Carlos Posas en su novela “El Ranger”); o el hombre de los chinos continentales llamado a cumplir el papel que está haciendo, con el fin de engañar a Lobo Sosa, cuando llegue el momento real de la reelección. Porque ahora sólo prepara el terreno. El problema vendrá cuando, destruidos los pétreos, neutralizada la Corte Suprema de Justicia como poder del Estado y politizadas las Fuerzas Armadas, se usen todas las reformas para preparar la reelección. No creemos que Lobo Sosa renuncie a esa posibilidad. Y cuando la asuma, la primera víctima será Juan Orlando Hernández que sólo tendrá la pena de haber desmontado el sistema democrático, no para su beneficio, sino que para otro que ha demostrado que no tiene palabra; ni siquiera para sacar del país a un extranjero que quema llantas –no es Maduro por supuesto– en la mayoría de las manifestaciones de la Universidad, pese a que lo ofreció en forma pública y voluntaria para compensar el daño innecesario e indebido que le infiriera a Federico Álvarez.
Los liberales descubrirán la peligrosidad de su inocente alianza con Hernández y los diputados nacionalistas. La excepción de Toño Rivera Callejas, es ejemplar. Intentarán que Zelaya vuelva a ser candidato, con resultados catastróficos porque llevará sobre sus espaldas los errores de este gobierno, pero profundizará las divisiones del Partido Liberal, anulando a Elvin Santos Ordóñez –que no podrá contra la maquinaria pública– y lo más grave, debilitarán hasta la muerte a la democracia. Lobo Sosa, continuará como Carías en el poder. Riéndose de todos.
Todo ello porque cayeron en manos de un joven talentoso, sin fronteras morales, que se ha prestado a violar la ley, en forma silenciosa como el gato, para favorecer estilos de gobierno con los que no soñaba siquiera su padre. Y por los cuales luchó sin éxito. Pero donde el progenitor fracasó, lo logró el hijo. Así como donde falló Zelaya, el bateador seleccionado, tiene éxito el bateador emergente que nos ha metido “jonrón” a los hondureños. A los de esta generación y a los que recordarán a Lobo como el dictador moderno, que enmascarado en una sonrisa, máscara mecánica, nos engañó a todos. Felicitaciones revolucionarios de ahora. Los problemas vendrán después y ustedes estarán lejos cuando ocurran.